viernes, 14 de enero de 2011

Somos Trashumantes urbanos


La ciudad tiene su propio espacio/tiempo. La mayoría de los habitantes de una gran ciudad tenemos que desplazarnos para llevar a cabo nuestras tareas diarias.
Pasamos gran parte de nuestras vidas en tránsito. En ese lugar que no existe, porque todavía no estamos a donde queremos ir, pero tampoco de donde veníamos. Por eso no vemos lo que tenemos delante. No nos interesa, estamos en tránsito. Y vivimos ese trance, replegados en el interior de nuestras mentes. Cargados con todo aquello que nos resulta imprescindible -bolsas, mochilas, maletas, carteras, herramientas de trabajo y un sinfín de objetos- para llevar a cabo nuestras metas, que nos convierten en pequeños porteadores en una trashumancia diaria, que nos conduce a los lugares y acontecimientos deseados, pero son sólo un pequeño porcentaje del total de los tiempos y espacios de una jornada.

Cuando estamos en tránsito, ocupamos nuestro tiempo con trucos mentales para no ver lo que tenemos delante de nuestras narices. Vamos con cascos, leyendo, comiendo, fumamos y si conducimos corremos el peligro de acabar con el dedo índice escarbando en la nariz. Y si llegamos tarde corremos, empujamos, maldecimos a nuestros obstáculos -ya sean cosas o personas- y confudimos la vida con una competición -somos muchos- por llegar antes, porque a nadie le gusta vivir el notiempo/lugar que protagoniza nuestra diaria trashumancia urbana

Ese no tiempo y ese no lugar que tan bien ha retratado Javi en el metro, o Luis por las calles de la ciudad. Esa es la idea que me interesa: cómo hemos llegado a adaptarnos a situaciones muchas veces en el límite de lo vivible, pero con tanta resignación que ya es una de las señas de identidad de la ciudad. Y a veces gusta, porque supone subidas y bajadas de adrenalina: te puede tocar esperar una cola largo tiempo, o echar a correr desesperado porque llegas tarde.

Los trashumantes ya somos adictos a la ciudad y a sus ritmos. Aunque no todos, pues los hay que lo sufren mucho, sobre todo la gente mayor. Saben que ese ritmo ya no es para ellos, pero no hay más remedio que seguir subido al carro. Es su hábitat y no pueden escapar de él. Todos llegaremos y la ciudad se irá poniendo cuesta arriba. Como a los abuelos de la foto, subiendo a un bus al lado de la Puerta del Sol.

Esas imágenes son de las que hablo, las que no se ven en un pueblo o una ciudad más pequeña. Eso imprime carácter. Podríamos decir que somos urbanícolas. Esos ejemplares son nuestra meta.

Esta es la idea que os quería contar ayer y que Luis me ha sugerido que os cuente a todos más en profundidad.

Se abre el debate.

5 comentarios:

Javier Durán dijo...

Por mi parte no hay debate. Voy a tatuar en mi mente tu texto, y lo perseguiré sin descanso.

LUIS CAMACHO dijo...

Yo me tatuo la palabra "en transito" será mi motor de busqueda y reflexión fotográfica.

LUIS CAMACHO dijo...

Por cierto la foto mola ya sabeis que mi tema preferido son las paradas de bus

agus dijo...

joder, que profundo y cuanto miedo dais, seguro que sale un gran trabajo.

LENDA dijo...

Comienza la búsqueda hermanos urbanos y que el poder del Trashumante este con vosotros :)