martes, 2 de octubre de 2007

Javi Duran expone en el C.C. Bohemios







Un día le preguntó Picasso a su peluquero: “‘Arias, ¿qué piensas tú de tu trabajo?” Le respondió: “Cuando corto el pelo a alguien, después sólo veo los errores”. Picasso le abrazó entonces y le dijo: “Eres un artista, Arias. A mí me pasa lo mismo: cuando termino un cuadro veo siempre los fallos”.Picasso, a lo largo de su vida, tuvo pocas amistades verdaderas. La fama, como a muchos otros mitos vivos, le aisló. Sus mujeres y sus amigos estaban, en su mayoría, interesados en su fortuna. O en encontrar un cómodo refugio a su sombra. Así fue como un barbero español comunista, exiliado en el pueblo francés de Vallauris, se convirtió en el confidente del, considerado por muchos, el mayor genio del arte moderno. Arias y Picasso hablaban de su país, al que no podían regresar y del que sentían nostalgia, e iban a los toros. El barbero de Picasso comenzó a hacerse famoso. Jean Cocteau, Jacques Prévert, el torero Luis Miguel Dominguín acudían a cortarse el pelo al Salón Arias cuando visitaban al artista. También llegaban clientes anónimos. Muchos de ellos intelectuales, pintores y músicos. Fascinados por el pintor y por la peluquería. Ésta se había convertido en los años cincuenta en un pequeño espacio expositivo de arte. Porque Arias no le cobraba al pintor y éste le regalaba dibujos, litografías y cerámicas.Arias no pasará a la historia como un genio del arte de la peluquería, sino como una de las pocas personas a las que Picasso llegó a admirar. Le tenía por un hombre honesto, enamorado de su mujer, inteligente, que se había labrado una vasta cultura y que había sabido educar a sus hijos. Justo lo que no había hecho él. Y pasará a la historia por su salón-galería.
Si quieres ver a un artista en una peluquería, no debes perdértela.





1 comentario:

Javier Durán dijo...

Mil gracias.