lunes, 27 de julio de 2009

HISTORIAS DE FOTÓGRAFOS

En un reciente viaje por Marruecos descubrí que allí todavía quedan fotógrafos que, como hace no tanto en España, se ganan la vida fotografiando a niños y familias en los parques de cualquier pueblo o ciudad. Ellos ponen su atrezzo en la calle. Hacen la foto. Y los clientes acuden al día siguiente a recogerla. Así de sencillo.

No me pude resistir. Tenía que contar su historia, así que chapurreando francés, algunas palabras de árabe, y español, claro, conseguí que uno de ellos accediera a ser retratado. El tío, de unos 60 años, era serio a más no poder, y allí armado con una nikon de museo estaba posando para mi delante de un peluche gigante en forma de tigre. Todo un momento y ... esta es la foto...


No pude hacerla, cuando estaba agachado para captar el compañero fotógrafo en toda su magnificencia (de verdad que el tipo impresionaba), me aparecieron dos colegas con un pedo más que regular en todo lo alto que se pusieron en medio y empezaron a preguntarme que de dónde era, etc, etc... Aprovechando la interrupción, mi modelo huyo dejando allí a su peluche gigante, y los dos colegas venga a darme la brasa hasta que se atrevieron a pedirme que les hiciera una foto y, eso sí, que se la diera allí mismo al día siguiente. No sabían que era una cámara digital, y no entendían que yo tuviera que descargar mi cámara en un ordenador. Cuándo insistí en que no podía dársela al día siguiente empezaron a mosquearse y ponerse un pelín violentos, pero prometí que se la daría cuando nos viésemos por Madrid, de dónde el de la derecha había vuelto hacía poco por no tener papeles.



Cuando estos dos prendas se largaron el momento ya había pasado, mi anterior personaje había buscado refugio y no me quedó más remedio que buscarme otro modelo. La imagen que finalmente conseguí no tiene ni mucho menos la misma fuerza que la que perdí por apenas dos segundos, pero al menos espero que sirva para contar su historia. De fotógrafo a fotógrafo.


2 comentarios:

LUIS CAMACHO dijo...

Interesante historia, esas son las cosas que animan a seguir fotografiando, cuando las trampas se multiplican

Javier de Vitorio dijo...

Y esos fotógrafos que están apenas a unos kilómetros de nosotros no distinguían una cámara digital de una analógica, se que me repito, pero me impactó ver como siguen trabajando igual que se hacía aquí hace 30 años.
También me impresionó el valor que sin duda daban esas familias a las fotos que ellos les hacían, y que sin duda formarán parte de la historia familiar... Nosotros, por saturación, hemos perdido ese valor.